miércoles, 16 de mayo de 2012

Los niños del mundo

Un sueño tuve iniciando este nuevo año.  Vi que cada espacio de nuestro planeta era un precioso e infinito jardín florido, sembrado de la fragante y contagiante risa de nuestros amados niños y niñas y cada uno de nosotros los adultos, éramos los felices vigilantes de su integridad física y moral.  Entretenida en tan maravillosas escenas, percibí de pronto un armonioso revoloteo, vi surgir en el horizonte, pequeños y alegres cuerpecitos alados portando cada uno una letra; los vi desfilar jocosos en magistral coreografía, combinando perfectos actos acrobáticos, la dulce expresión de sus rostros y sus cálidas e inocentes risas; al final de la imaginaria pasarela los vi detenerse para ir alineándose uno al lado del otro, en tanto una seductora y angelical melodía, se oía en todas los confines del universo, fui siguiendo extasiada este acontecimiento y vi que cada corazón y cada par de ojos sobre la faz de la tierra, fascinados, contemplaban el espectáculo, hasta que finalmente un mensaje emergió fluido, impreso en el firmamento:

“Gracias por hacer de la tierra un paraje alegre y seguro para nosotros”.
Firman: “Los niños del mundo”


Artemisa


Yo no necesito que arriben primaveras
para entregar la lozanía de mis flores,
ni me hace falta guardar mis acuarelas
que pasean ufanas todos los colores

Tengo abiertas mis primorosas alas
que cálidas la aguardan con ternura,
tengo las manos de su amor colmadas
y el corazón henchido de su esperanza pura

Hoy quiero cantarle a mi dulce musa,
aquella que me entregó su corazón entero
cuando mi juventud más que confusa
me decía que siempre sería yo primero

Diré que fue buena como el aguacero
cuando burla al estío y riega los campos,
diré que me dio su amor con tanto esmero
y me enseñó a beber de los licores santos

Diré que fue envidiablemente pródiga
como solo puede ser la madre tierra,
laboriosa como es la pequeña hormiga
que diligente, entierra y desentierra.

Que fue tan simple como la misma rosa,
indiscutiblemente fuerte como un roble
de entre las flores fue la más hermosa
y como su alma, no habrá alma más noble.

Fecunda en el bregar y hasta en la risa
sus frutos brotaron con derroche,
de nombre bien llamada era Artemisa
y más que diosa fue un ángel en mi noche

Demás está decir cuanto la quise
que hoy es la luz brillando en mis auroras
y este Creador que todo lo bendice
la hizo santa de entre todas las señoras 

Y aunque en su honor no se haga alguna misa,
yo que bebí de su vaso la ambrosía
le cantaré solemne y sin ninguna prisa
con estas letras con sabor a poesía.

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